Trujillo, Junio 2010, durante el I Seminario del Proyecto Alma Llanera del Edo. Trujillo. Me acompaña en la fotografía, mi amigo y excelente músico tachirense Manuel Barreto.
Una de mis facetas como músico, ha sido la
de ejecutante del arpa criolla. Eso ocurrió en la década de los años sesenta,
viviendo en Trujillo.
Empezando esa
década, pertenecí al movimiento de la Juventud Católica de la iglesia de Santa
Rosa. Allí conocí a un extraordinario músico llamado Julio Delgado, quien tenía
la facultad de aprender a tocar en relativo poco tiempo, cualquier instrumento
que cayera en sus manos. Con él y con otros compañeros no menos valiosos,
formamos un grupo musical y tuvimos algunas actuaciones en varios pueblos del
estado, de las cuales recuerdo la que hicimos en el colegio “Santa Ana” de
Trujillo, un internado femenino dirigido por monjas. Hasta entonces yo lo que
tocaba era solamente el cuatro.
A la casa de Julio Delgado llegaba
desde Maracaibo, su hermano Emiro (Algimiro) Delgado, quien iba a Trujillo a
pasar vacaciones. Emiro tocaba el arpa criolla y yo me convertí en su afinador
y cuatrista oficial. Ese instrumento de 32 cuerdas me llamaba poderosamente la
atención. De inmediato formamos un grupo que bautizamos ARCUMA (arpa, cuatro y
maracas) y el cantante fue Marco Tulio Vàsquez, “la Coca”. Mis primeras
andanzas como serenatero las viví con este grupo, por lo cual me llevé unos
cuantos regaños y castigos en casa, pues entonces tendría apenas unos 13 o 14
años. Tocamos y actuamos en escuelas y algunos sitios públicos y había un
muchacho que no nos perdía pisada, me refiero a Sixto Benítez, Benitín. Él,
cargaba siempre una libretica en la que anotaba cuanto acorde yo hacía en el
cuatro y que no era de su conocimiento.
Sixto y yo nos hicimos llaves, es
decir, grandes amigos. Poco a poco, le fui enseñando lo que yo sabía del
cuatro. Era el año de 1962. Su papá que trabajaba como chofer de camiones de
carga y viajaba mucho, una vez lo sorprendió regalándole un arpa de tamaño
mediano. Esa fue mi gran oportunidad para aprender a tocarla. Mientras yo
practicaba en ella, Benitín lo hacía con el cuatro. Al poco tiempo formamos un
grupo que bautizamos “Los Chélison”, nombre del ritmo que impuso Chelique Sarabia
por esa época. Quedó integrado así: Cuatro, Sixto Benítez; Maracas, José
Aguilar; cantante, Jesús Barrios y arpa, Pablo Camacaro. Ellos vivían en Pueblo
Nuevo y yo en Santa Rosa.
Empezamos a tocar en público en
diciembre, teniendo yo todavía la limitante de no poder independizar las manos
en la ejecución del arpa. Aun así, tocamos en misas de aguinaldos y concursamos
en la radio Trujillo. Antes de que terminara la temporada, yo ya estaba bordoneando
el arpa sin problemas. El siguiente año fue de bastante actividad y acompañamos
a la cantante Panchita Duarte, “La Alondra Trujillana”, quien tenía un programa
dominical de música venezolana en radio Trujillo. De tal manera que hacíamos de rutina música popular venezolana, pero también aguinaldos y gaitas en época
decembrina.
Así mismo, acompañamos a otros
cantantes amigos nuestros: Marco Tulio Vásquez, Rubén Fonseca, Liber Castro y
Juan Rosales. También fue un privilegio para Los Chélison, acompañar a María
Teresa Chacín en el Centro de Telecomunicaciones de Trujillo, cuando apenas era
ella una estudiante.
Para la misma
época surgieron otras agrupaciones con arpa. En Valera Nelson Aliso y su grupo;
y en Trujillo, “Los Andysurit” (Los
andes y sus ritmos). Este grupo estaba constituido por excelentes músicos, a
saber: Arpa, Numa Gómez; cuatro, Silvio Canelones; maracas, Luis Gómez y en el
bajo, nada más y nada menos que Francisco “Pancho” Soto, uno de los músicos más
talentosos que ha dado el estado Trujillo. En algunas ocasiones yo integré esta
agrupación en calidad de suplente, sirviendo como arpista, cuatrista o bajista,
según fuese el caso. Llegamos a tocar hasta bossa-novas, algo bastante novedoso
y difícil de interpretar para entonces.
Habiéndome
graduado de perito mecánico en 1964, en octubre de ese mismo año me fui a
continuar estudios en la Escuela Técnica Industrial de San Cristóbal. Si acaso
pasó una semana, cuando en plena clase alguien se asomó al salón y preguntó por
el estudiante de Trujillo que tocaba arpa. Era el cantante Nelson Angarita
quien me fue a buscar porque el arpista de su grupo, Luís Lara, se había ido de
gira con Yolanda Moreno y Angarita tenía que cumplir con un compromiso
contraído con una emisora local. Ensayamos y me acoplé al grupo sin problemas y
durante dos años fui el arpista oficial del grupo “Los Tabaya” (Táchira,
Barinas, Yaracuy)
Todos los fines de semana tocábamos
en algún evento social. En ese lapso acompañamos también a otro cantante local,
de nombre Luís Alfonso Ramírez, quien años más tarde se convertiría en un
excelente narrador deportivo. También acompañamos a otros cantantes famosos a
nivel nacional, ellos fueron Chichí Caldera y Mario Suárez. Recuerdo que una
vez alternamos en el Gimnasio Cubierto de San Cristóbal, con Raquelita Castaños
y su grupo, cuyo arpista era Manny Delgado. Estos fueron los músicos que me
acompañaron entonces: Silverio Ramírez y Lucio Lara, maraqueros; Rigoberto Niño
y Oswaldo Chacón, contrabajistas y Carlos Silva y Octavio Corzo, cuatristas. Este
último tenía una muñeca de seda para acompañar todo los ritmos, de una manera
extraordinaria. Los sitios predilectos para ensayar eran la casa de Querubín
Márquez, destacado luthier de la época, ganador de varios premios en las Ferias
de San Sebastián y la casa de Silverio Ramírez, el fundador de Sylver
Discoteque.
Durante mi estadía en San Cristóbal,
año 1965, tuve la oportunidad de participar como arpista en la grabación de un
disco (el primero para mí), cuyo fin fue recabar fondos para Las Granjas
Infantiles. Toqué el arpa en la canción “Silva el Viento”, cuyo compositor no
recuerdo y que fue interpretada por el Dr. Enrique Ravelo. Como cosa curiosa, en ese disco también
intervinieron varios músicos importantes de San Cristóbal, entre otros, los hermanos
Orlando y Domingo Moret Duque y David Medina Servitá, a quienes once años más
tarde llegaría yo a conocer y que, junto a Héctor Valero, llegaríamos a integrar el
actual grupo Raíces de Venezuela, que tantas satisfacciones nos ha dado durante
38 años ininterrumpidos de labor musical.
Realmente,
para mí estos son muy bellos y gratos recuerdos.
La única pieza grabada que conservo
de mi época de arpista, la pueden escuchar a través del siguiente link:
Me agradaría
saber su opinión sobre este artículo.
Pablo Camacaro, 25/08/2014.
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ResponderEliminarSaludos. Según mi gran amigo Domingo Moret, la canción "Silva el viento" es de César Prato, compositor tachirense ya fallecido. Era mi deber completar los créditos de la obra referida en mi artículo.
ResponderEliminarPablo Camacaro
Al fin pude oir esa canción que oía cuando contaba con unos 5 o seis años en San Cristóbal...muy hermoso tema...saludos Pablo..gracias por esta joya
ResponderEliminarMaestro es maestro,para un músico de su calidad no hay límites.Felicitaciones.
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