EL RITUAL DE LA SERENATA.

El
ritual de una serenata empieza con la disposición y el acuerdo entre los
interesados de fijar el día y la hora en que se reunirán para preparar y
mostrar el regalo musical. Llegado el momento, músicos y cantantes se dan a la
tarea de elegir y ensayar el repertorio, el cual será más o menos extenso,
dependiendo del número de serenatas a dar. Se trata de repasar las canciones
elegidas que fueron montadas en otro momento. El sitio más apropiado para el
ensayo debe ser uno poco concurrido, como una plaza tranquila, una esquina
solitaria o una aislada vía iluminada que no esté muy lejos del itinerario a
recorrer. Vale aclarar que ese instante es como una hora y media antes de
empezar oficialmente el recorrido acordado. Con menor frecuencia el ensayo se
realiza en la casa de alguno de los del grupo, pero se corre el riesgo de que
se adhiera más gente y se complique la logística ya dispuesta.
En una
serenata tiene cabida la música instrumental, pero prevalecen las canciones
interpretadas por un buen cantante. Los serenateros tienen que estar preparados
para satisfacer alguna petición especial que les pudieran hacer al momento de
estar dando la serenata, por lo que deberán incluir los géneros musicales
preferidos como son el bolero, el vals y la canción, sin dejar por fuera las
canciones de moda de la época. Vale decir que, afortunadamente, el grueso del
repertorio es generalmente música popular venezolana.
Además
de los músicos y cantantes, a veces el grupo es integrado también por una
persona que desea ofrecer la serenata y no sabe cantar ni tocar. También está
el que pone el transporte, quien lo ofrece espontáneamente para buscar,
movilizar y repartir a los músicos, todo por disfrutar del brindis musical.
Todavía
en los años 80 se podían brindar las serenatas sin que hubiese temor por la
seguridad personal y uno se desplazaba tranquilamente por todos los sitios para
llevar ese regalo nocturnal, siempre bien recibido por el club de las pavitas y
por nuestros familiares. Obviamente, no faltaba uno que otro ser inconforme,
que no entendía el por qué de esa “bulla” a deshoras que le interrumpía o no lo
dejaba conciliar el sueño. Afortunadamente esos casos de sordos insensibles e intransigentes
han sido muy pocos, para tranquilidad de nosotros, los defensores de las
serenatas.
Nunca
faltó algún cura que se quejara durante la homilía, de aquellos trasnochadores
profanos que obsequiaban una serenata durante la semana mayor, desobedeciendo
el mandato religioso de no hacer o poner música que no fuera sacra, para no ofender
a Dios. Como los que amamos la serenata pensábamos que la música era divina y que
procedía de Dios, estábamos convencidos de que nunca le molestaría a Él, mucho
menos en una noche ataviada con luna y estrellas que invitaba al serenateo.
Muy buena su recopilación de experiencias y de relatos de ese acontecer. Los que hemos llevado serenatas (incluso a pisos altos de edificios y parados en la calle) sabemos de estos detalles, sobre todo de los que se anexan a la velada al ver el ensayo.
ResponderEliminarMuy bueno profesor y que sigan los éxitos en este blog.
Gracias, Carlos. Pienso que debemos compartir tales experiencias, pues el tiempo pasa y hasta se nos olvidan algunos de los momentos gratos que hemos vivido a través de nuestra existencia.
ResponderEliminarHola Don Pablo, muy bonita, interesante e ilustrativa tu narración sobre "Las Serenatas". Debes tener muchas anécdotas de las mismas. Salvo algún cura que no lo dejaron dormir y algún padre que no estaba de acuerdo con el galanteo del oferente, creo que a todos los demás les gustaban las serenatas, oír la música y el canto bien interpretado en el silencio de la noche,es muy placentero. Las muchachas bonitas eran muy concurridas por los serenateros o por sus amigos. Doña Gladys Baptista de Mendoza, cuenta que ella en sus tiempos juveniles oyó en la calle Comercio de Trujillo una serenata que dieron "Los Panchos" a una bella muchacha. Gracias por compartir tus vivencias y conocimientos. Un fraternal abrazo. RATB
ResponderEliminarDon Pablo Camacaro, realmente has descrito a perfección lo que fue la serenata en tiempos de paz y armonía de todos los pueblos venezolanos, incluyendo nuestra querida caracas. Particularmente como trujillano, nacido y criado en esa bella ciudad capital, recuerdo mucho como aficionado a la música de cuerdas y al canto, la infinidad de serenatas que ofrecimos un grupo de jóvenes románticos de la época, a las bellas damas trujillanas y amigos que con agrado nos abrían la puerta de su casa y compartían con nosotros y sus hijas, el repertorio de románticas canciones interpretadas por los mas destacados cantantes del grupo.
ResponderEliminarTambién recuerdo, las serenatas que ofrecíamos a las alumnas de nuestro querido Colegio Santa Ana (colegio interno de monjas), donde estudiaron muchachas muy lindas de diferentes partes de venezuela. Las jóvenes internas, en medio de la penumbra y embriagadas de las mas románticas y bonitas canciones, en agradecimiento a este atrevido acto, se manifestaban por las ventanas de su habitación en el segundo piso del edificio sede y en contra de la voluntad de las Hermanas Rectoras, con sus pañuelos blancos que en medio de la noche, parecían un desfile de aves celestiales, dando las gracias por despertar sus corazones llenos de ingenuidad.
Mis felicitaciones al Maestro y amigo Don Pablo Camacaro, con el mas profundo respeto y admiración por esta detallada y didáctica narración de la serenata.
Gracias Gran Chaman y Carlos Briceño. Me siento afortunado por haber vivido mi adolescencia y parte de mi juventud en Trujillo, la capital del Edo. Ttujillo. Aquí tuvimos, los de esa época, la oportunidad de escribir parte de la historia de las serenatas que se dieron en esta tierra hermosa. En una oportunidad en la que dábamos serenatas en Valera, casi nos ponen presos, porque, según los policías que nos abordaron, estábamos tirando propaganda subversiva, cosa totalmente falsa. Afortunadamente cuando ellos nos dijeron que los siguiéramos hasta la comandancia (ellos en su jaula y nosotros en un (jeep), en la primera esquina nos les perdimos y en 20 minutos ya estábamos en Trujillo. Entonces se recorría esa distancia como en 40 minutos, por la carretera vieja.
ResponderEliminarLa vida de un serenatero está llena de ricas vivencias, las cuales, de alguna manera nos hacen querer más a nuestra bella tierra.